Hablar es mimar: dialogar sin autoritarismos

—¿Pero te retila la murta? No me vayas a mentir. ¿Te la retila de veras?

—Muchísimo. Por todas partes, a veces demasiado. Es una sensación maravillosa.

Julio Cortázar

Odio hablar. Me gusta abrigarme detrás de las palabras escritas que se pueden arrepentir, reescribir, vomitar, eliminar para siempre. ¿Para siempre? Sí, para siempre. Lo escrito te permite discutir sobre los acentos de sus letras, te lleva con calma a caricias, a dolores de barriga, a rayos que atraviesan, a jirones en las entrañas, a tus recuerdos o a los recuerdos de otras personas que no te gustaría que significasen más. O simplemente a ese disfrute lento cuando compartes con alguien -o contigo misma- el no aceptar siempre el diccionario y jugar con el lenguaje. Aunque un gramático llore por nuestra culpa.

Hablar por teléfono o en persona, sobre todo con personas que no son de nuestro círculo, puede ser como enviarnos de un patadón a la línea más lejana de nuestra maldita zona de confort. Tendemos a creer que las interacciones serán más cómodas a través de texto cuando se trata de hablar con extrañxs o con personas con las que hace tiempo que no hablamos. Pero según un experimento de Kumar, A., & Epley, N. (2020), creamos vínculos sociales más fuertes -y no más incómodos- hablando. Y con hablar me referiré en todo momento a hablar con la voz, vaya, aunque para mí escribir también lo es, incluso a través de emojis, stickers, gifs o fotos efímeras. ✍(◔◡◔)

Por otro lado, nos hemos acostumbrado a rodearnos de personas con nuestros gustos, nuestros intereses y nuestra opiniones. En instagram vemos lo que queremos ver, en twitter leemos a los haters con los que queremos comulgar y en LinkedIn o Facebook leemos las noticias que esperamos encontrar para que nos den la razón. Nos rodeamos de contenidos que queremos amar o que nos llenen de la rabia suficiente como para hacer de activistas del share.

Una organización, igual que una sociedad, que funcione bien requiere que todas las personas mantengan conversaciones enriquecedoras, incluso -o sobre todo- aunque implique tener diferentes opiniones y debatir. Espera, espera, repito: TODAS LAS PERSONAS. Pero nos encontramos ante un problema bastante hardcore (llora gramático, llora). Hoy en día, que discutimos en redes hasta sobre si lxs políticxs de izquierdas pueden vivir en chalets, no sabemos estar en desacuerdo sin verlo como un ataque personal. Tú puedes creer que la obra de Picasso está por encima de su misoginia y yo puedo pensar todo lo contrario y no huir de ese debate contigo. Podemos ser receptivxs en lugar de crisparnos. Esto significa que, aunque no estemos de acuerdo, nos comprometemos a escuchar la opinión contraria. Precisamente por lo que comentaba un párrafo atrás, huimos de las discusiones porque nos hemos acostumbrado a entablar conversaciones con aquellos que nos van a decir sí a todo.

¿Cómo reaccionas cuando no estás de acuerdo con lo que dice tu manager, le acabas dando siempre la razón por miedo? ¿Cómo eres como manager ante una diferencia de opiniones, acabas imponiendo tu criterio abusando de tu rol? Discutir los pros y los contras nos llevan a encontrar las mejores soluciones y una relación más sana. ¿Cómo estar en desacuerdo sin dejar de mimarnos?:

No convenzas: siempre, siempre, siempre, siempre se toman las discusiones como una obligación de convencer a la otra persona de que abandone su punto de vista y nos de la razón. Porque nuestro argumento es el ganador y el de ellxs no, que es exactamente lo que piensan lxs demás sobre nosotros. Qué buen rollo da eso para dialogar, ¿eh? No es una batalla, simplemente tómatelo como una oportunidad para aprender.

Haz preguntas: sea tu jefx, tu colega, tu hermana o tu madre, no aceptes todo lo que te digan por no entrar en una discusión. Por ejemplo, si en tu trabajo has pedido un beneficio y te dicen que no, sin argumentos, pregunta el porqué, pide motivos. Y si eres manager y te están pidiendo algo a lo que no ves sentido, pregunta también, investigan por qué quieren eso. Quizá haya repercusiones muy positivas que tú no habías visto en ese cambio (más motivación, mejor desempeño, compromiso…). ¡Mejoraremos nuestra habilidad de negociación!

Resalta las áreas de acuerdo: en una discusión siempre hacemos hincapié en aquellos puntos en los que no coincidimos, poniéndonos a la defensiva hasta quedarnos sordxs. Pero, por lo general, siempre hay algún punto en común que nos puede unir. Destaca esos valores que te acercan más al otro. Por ejemplo, si discutís sobre la eficiencia de las mascarillas, al menos podéis estar de acuerdo en que queréis que la pandemia se acabe de una vez.

Acostumbradxs a solo hablar por escrito con la mayoría de las personas con las que nos comunicamos, y acostumbradxs también a evitar las discusiones porque no sabemos gestionar que no nos den siempre la razón, se hace necesario dialogar de forma sana y respetuosa, sin cesuras ni autocensuras. Amedrentar a quien no está de acuerdo con todos nuestros valores o creencias limita nuestros conocimientos, nos limita la pluralidad de ideas y no nos deja cuestionarnos, aplicar la autocrítica y ponernos en el punto de vista del otro. La endogamia nunca es buena idea.

Picasso era un imbécil y era cruel, pero si quieres ir a ver el Guernica estás en todo tu derecho, yo te espero en la Sala 206.09.

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